¿Quién no se transformó en dragón alguna vez? ¿Y quién no se sintió horrible inmediatamente después?
Esta historia es una invitación a amigarnos con nuestras fallas. Viene a recordarnos que nuestros errores no nos hacen malas madres, sino que nos hacen madres reales.
Si nuestros hijos conviven con adultos que se sienten cómodos con sus imperfecciones y su vulnerabilidad, se abrirá paso a que ellos también puedan ser más receptivos con sus propias sombras.
Si hay lugar en casa para que las personas que más los quieren se equivoquen, ellos también podrán hacerlo. Su autoestima entonces se verá fortalecida al incorporar la noción de que no son menos valiosos por equivocarse, o más débiles por pedir perdón.
Editorial: MiniLupa.
Tapa dura.