Érase dos veces una joven llamada Cenicienta. Una Cenicienta que, en esta ocasión, no irá al baile para enamorarse del príncipe, no llevará zapato de cristal… pero sí que tomará las riendas de su vida. Nuestra Cenicienta no se plantea ir al baile, porque ¿quién se cree el príncipe para convocarlas a todas como si fuera a elegir con quien casarse como quien escoge un par de zapatos? Pero luego se lo piensa mejor y decide ir para cantarle las cuarenta y decirle muy clarito que esa no es forma de actuar, que a veces hay que desoír lo que dicen las tradiciones. Es una mujer valiente, que acude galopando a palacio y le pregunta al Hada Madrina si unos zapatos de cristal le parece lo más adecuado para caminar sobre un suelo empedrado.